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sábado, 28 de junio de 2008

Una inmensa prisión

Los prisioneros republicanos se sentían enormemente desazonados, desvalidos e indefensos. Cientos de miles de ellos estaban encerrados entre los fosos de los campos de concentración o tras las rejas de oscuros edificios escolares o religiosos habilitados como siniestras prisiones. El horror del frío al raso en invierno y el tormento de la sed inmitigable bajo el abrasador sol de los crudos veranos vinieron también a cobrarse su funesto peaje en miles de vidas. El país se había convertido en una inmensa prisión y en ella estaban atrapadas las ideas y los sentimiento de justicia, solidaridad y libertad. Las fulgurantes invasiones nazis dePolonia, Holanda, Bélgica y Francia y la operación Barbarroja en Rusia sumieron aún más a los antifranquistas en la desesperación. Los proyectos de escapar másivamente de las cárceles y unirse a los aliados para luchar contra el fascismo franquista cuandos éstos cruzaran los Pirineos se esfumaron. Sólo la derrota de Hitler en Stalingrado en febrero de 1943, el desembarco americano en Sicilia en junio del mismo año y la exitosa operación anfibia en Normandía en junio de 1944 hizo renacer la esperanza entre los presos republicanos. Pero fue en vano.


Prisioneros republicanos conducidos al campo de concentración, en tres fotogramas que he congelado y superpuesto, procedentes de un noticiero informativo de la época accesible desde youtube.

Antifranquistas presos en el campo de concentración de Santander.
Prisioneros republicanos conducidos al campo de concentración atravesando las calles de Madrid en abril de 1939.

Presos republicanos en la prisión. Fotograma congelado procedente de un noticiero informativo de época accesible desde un archivo audiovisual digital francés.

Esta fotografía revela con meridiana claridad las infrahumanas condiciones en las que malvivían y morían los prisioneros republicanos en los campos de concentración, según lo que podemos leer en el siguiente extracto: "Ingresé en el campo de concentración de La Granjuela, a unos 8 kilómetros de Peñarroya. Allí permanecí hasta mediados de abril de 1939, trabajando con pico y pala en la construcción de una zanja que circundaba el pueblo (por otra parte destrozado por la guerra). La profunda zanja tenía 3,5 metros de altura y era un cuadrado de un kilómetro por lado, con ametralladoras en cada esquina que disparaban a menudo durante las noches, amedrentando, pero no fue obstáculo para escapar. Con una onza de chocolate, dos sardinas y medio chusco por día, parecía claro que moriríamos de hambre. Ello a pesar de cambiar a los moros que por allí se acercaban botas y cazadoras por barras de regaliz que hervidas con hierbas y agua, producían una sopa infame con la que engañábamos el hambre. En resumen, estudiados el paso nocturno de patrullas, conseguimos huir cuatro compañeros y yo....". Ernesto Sempere Villarrubia (1920-2005), preso veterano desde 1939 a 1947 en el Campo de Concentración de La Granjuela (Córdoba), Prisión Provincial nº 2 de Ciudad Real, Prisión Central de Valdenoceda (Burgos), prisiones de Porlier y Yeserías (Madrid), Prisión de Cádiz, Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria y 94º Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados (Algeciras).
Presos republicanos custodiados por un guardia civil, en una prisión franquista del Campo de Gibraltar, probablemente en Algeciras.

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