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viernes, 27 de junio de 2008

El infame rancho

“Y así empezó nuestro calvario. Forzosos madrugones diarios a toque de corneta, un cazo de achicoria levemente azucarada y después el lento pasar de los días en el gran patio, con tamaño de campo de fútbol, soportando lluvia, frío, nieve, mientras el hambre pura y dura nos corroía el corazón. Los húmedos pies embutidos en almadreñas y sentados en los cajoncitos comprados al llegar, donde guardábamos plato, cuchara y poco más, veíamos pasar largas horas a la intemperie, contándonos nuestras historias de guerra y de tribunales y expresando esperanzas de que la contienda mundial terminara con la victoria de los aliados y la defenestración del odiado dictador.....La vida en la cárcel era tremendamente dura. De comer nos ponían un caldo infame, manchado, con una sola alubia que, además, siempre tenía un gorgojo en su interior. También nos daban, y ésa era toda la comida, una sardinita de lata y un minúsculo trozo de chocolate. Eso era todo. Recuerdo, como todos, el hambre que pasamos, hasta el punto de que mis mejores sueños estaban protagonizados por algo tan simple como una barra de pan. Soñaba con pan. ¿Cuánta hambre puede tener una persona para que sus mejores sueños sean un simple trozo de pan?.... En una ocasión, recuerdo a un compañero que, durante el reparto del mal llamado ‘rancho’, reclamaba la ración para su compañero, que en ese momento, según él, estaba dormido. En realidad, su compañero estaba sentado junto a él, pero había muerto hacía horas, posiblemente de hambre. Sin saberlo, ya fallecido, quizá estaba salvando la vida del compañero.... Así, el cansancio y el hambre nos iban agotando, terminaban con nuestras fuerzas e, inevitablemente, caíamos enfermos. Le llamaban ‘colitis epidémica’. Evidentemente, no había una epidemia de colitis, no nos transmitíamos una enfermedad de unos a otros. El único culpable de esa ‘epidemia’ era el sistema, que nos condenaba a malvivir, a malcomer y a malmorir....". "Memorias de Valdenoceda" de Ernesto Sempere Villarrubia (1920-2005), preso veterano desde 1939 a 1947 en el Campo de Concentración de La Granjuela (Córdoba), Prisión Provincial nº 2 de Ciudad Real, Prisión Central de Valdenoceda (Burgos), prisiones de Porlier y Yeserías (Madrid), Prisión de Cádiz, Prisión Provincial de Las Palmas de Gran Canaria y 94º Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados (Algeciras).

Presos republicanos comen el rancho de pie en el campo de concentración de Miranda de Ebro, Burgos.

Presos republicanos esperan ansiosos el exiguo rancho en una prisión de Lérida. Algunos saludan cara al sol al fotógrafo, esperando quizás una ración un poco mayor. Esta imagen puede consultarse en el excelente trabajo "Cautivos" de Javier Rodrigo, Editorial Crítica, Barcelona 2005, con el siguiente pie de foto: "prisioneros en Lleida".

Reparto del rancho en el campo de concentración de Santander.

Reparto de comida en la cárcel del Castillo, en León.

"La cola del rancho" en la Prisión Central de Valdenoceda, Burgos, según un dibujo realizado por Ernesto Sempere Villarrubia, preso veterano de ésta y otras prisiones franquistas.

Arriba y abajo, fotogramas que he congelado y extraído de un reportaje en youtube, en los que se aprecia la cola para el rancho en una prisión franquista. Obsérvese cómo los presos --a la derecha del encargado de echar la pitanza en el plato-- han de saludar brazo en alto y cara al sol al soldado golpista que en el extremo derecho observa vigilante la maniobra.


Reparto del rancho en un campo de concentración del norte. Esta fotografía parece haber sido hecha en el mismo lugar que los fotógramas anteriores extraidos de youtube.

Las represalias se ceban en las mujeres

Discriminada y explotada durante la monarquía, la mujer que durante el periodo republicano se hubiera distinguido por su espíritu rebelde, por su activismo feminista o simplemente por vestir o fumar a la moderna y tener ideas liberales, y que durante la guerra civil hubiera destacado por su condición de republicana y antifranquista, fue perseguida con saña por los golpistas vencedores.

Las represalias afectaron incluso a aquellas mujeres cuya única relación con los leales a la República provenía exclusivamente de su parentesco con militantes republicanos. La venganza se hizo extensiva a todas las militancias políticas y sindicales, a escritoras, periodistas, maestras, a las médicas y enfermeras afiliadas al Socorro Rojo Internacional, a las amas de casa y a las esposas, madres o hermanas de soldados, sindicalistas y antifranquistas de cualquier índole, peso específico o condición. Se las golpeaba públicamente, se les rapaba al cero y se las obligaba a limpiar las calles, los cuarteles y las manchas de sangre junto a los paredones donde eran fusilados sus parientes.

La represión contra ellas fue dura y despiadada. Las trece jóvenes que intentaban reconstituir en 1939 el comité madrileño de las Juventudes Socialistas Unificadas (las “13 rosas rojas”), las enfermeras del Hospital Psiquiátrico asturiano de La Cadellada (fosa de Valdediós), las enfermeras de Manacor, fueron sólo algunas de las mujeres represaliadas por los franquistas, las cuales sufrieron humillación, malos tratos, torturas y en muchos casos violaciones antes de ser asesinadas por pistoleros de escuadras falangistas y cedistas y por soldados del victorioso nuevo ejército imperial de ocupación.

Mujeres de Oropesa, Toledo, rapadas por los franquistas en represalia por su condición política o por su parentesco.

Mujeres rapadas por los franquistas en represalia por su condición política o por su parentesco con republicanos.

Una mujer parece atender a su familiar republicano en los límites del campo de concentración. Quizás esta imagen haya sido tomada en un campo de internamiento francés. Refleja la doble condición de represaliada que tenían las mujeres por su activismo, por su feminismo y por el parentesco con los contrarios a los sublevados.

Enfermeras de la Cruz Roja apresadas en Manacor (Mallorca, Baleares) en septiembre de 1936. Todas ellas fueron violadas y asesinadas por los golpistas uno o dos días después de ser hecha esta fotografía.

Numerosas mujeres, detenidas ante lo que parece una frontera invisible (seguramente, la vigilante mirada de un guardia o soldado franquista) hacen llegar a sus familiares ropa y comida para subsistir. Quizás esta imagen haya sido tomada en un campo de internamiento francés, pero no lo puedo asegurar. En cualquier caso, en las puertas de todas las cárceles y prisiones franquistas, las mujeres que aguardaban para saber la suerte de sus familiares o para hacerles llegar vituallas o vestimenta fueron humilladas por su parentesco con los presos. Muchas de ellas recibieron en la garita de guardia el terrible mensaje de "ya no vuelvas más, tu .... (marido, hijo...) ya no está aquí" y la recomendación de que se acercaran al cementerio o al depósito para hacerse cargo del cuerpo y darle sepultura si es que éste había sido encontrado.