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viernes, 25 de septiembre de 2009

En algún oculto lugar de la memoria

Traigo hoy aquí una historia ya contada por otros con mejor pluma, en foros más afamados que éste.

La tragedia que en ella se narra podría pertenecer al ámbito estrictamente privado de una familia obrera de la España de principios del pasado siglo XX, si no fuera porque sus involuntarios protagonistas se convirtieron en víctimas indeseadas de la barbarie y de la intransigencia del fascismo y sus rostros, sus laceradas imágenes, acabaron representando paradigmáticamente el íntimo dolor de la más humillante pérdida y el resultado de la irracional visceralidad de los que --arropados por rancias ideas de prevalencia de los poderosos frente a los débiles-- quisieron acallar por las armas a aquellos que aspiraban a dejar de ser, por una vez, los eternos oprimidos de la Historia.


Hablo, hablamos, de Mariano Gracia, de su compañera y esposa Pilar Bamala y de sus hijos Antonio, Alicia y Amadeo Gracia Bamala.

Todos ellos, merced a su aparición --y a su ausencia, en el caso de Pilar-- en la fotografía más emblemática del exilio republicano español de guerra y postguerra, vienen personificando con su imagen la quintaesencia de la derrota, el abatimiento y la más profunda depresión en los análisis de la Guerra Civil realizados en los últimos años por la historiografía clásica, por los medios de comunicación y también por aquellos que desde una cómplice equidistancia escriben sobre Mariano y su familia haciéndolos pasar por inocentes víctimas de una guerra “fraticida” y de luchas políticas y partidistas.

Pero lejos de estar conforme con esta visión lastimosa y apolítica de los Gracia Bamala, con el presente texto pretendo, quizás imprudentemente, desvelar la valerosa e irredenta faceta --oculta hasta ahora— de aquellos que como Mariano Gracia, lejos de sentirse vencidos y someterse sumisamente cual cordero pascual al estilete del matarife castrense, hicieron de tripas corazón y afrontaron enormes dificultades para salvar a los suyos y poner a buen recaudo su honra, su honor, sus ideas y en último término su vida. Porque sostengo que la misma instantánea de los Gracia Bamala que ayudó a fijar imperecederamente en la memoria de la retina pública el estereotipado retrato de la más penosa Rendición republicana, encierra en sí un mensaje oculto hasta ahora, que desmiente esta atopicada interpretación y permite sustentar una visión reivindicativa de Mariano y, en última instancia, de toda su familia, poniendo de relieve lo que creo que fue su lucha infatigable y su coherencia ideológica y moral. Pero antes de revelar el pequeño secreto que la fotografía encierra, hablemos nuevamente de la familia Gracia.

En la imagen, Mariano Gracia y Pilar Bamala fotografiados el día de su boda.

Mariano y Pilar comenzaron a compartir sus destinos a mediados de los años 20. Formaban una familia joven, de izquierdas y progresista que vivía en Monzón, pequeña pero populosa ciudad de obreros, peones y braceros de la provincia de Huesca enclavada en el valle del río Cinca. Él trabajaba en la fábrica de la “Azucarera Española” y ella era costurera. En Monzón tuvieron al primero de sus hijos, Antonio, que nacería en 1926, y a la segunda, Alicia, que vino al mundo en 1931. También allí nació Amadeo, el más pequeño de los tres hermanos, el 29 de diciembre de 1934.

Como millones de otras familias españolas, los Gracia Bamala se sumergieron en los turbulentos años 30, asistieron a la proclamación de la República y a la huida del Rey tras el triunfo de los antimonárquicos en las elecciones municipales de 1931 y vieron venir y marchar a los gobiernos progresistas, la nueva Constitución, la Reforma Agraria y la incautación de fincas, la laicización de la enseñanza, la “sanjurjada”, Casas Viejas, el voto femenino, el triunfo electoral de la derecha, la contrarreforma agraria, las huelgas revolucionarias, Asturias en aquel octubre, el estraperlo, la reacción cedista y por fin, la victoria del Frente Popular en febrero de 1936. Expectantes y esperanzados, pero también prevenidos, Mariano y Pilar participaron durante la primavera del 36 del optimismo general, hasta que éste les fuera quebrado abruptamente el día 17 de julio por la trágico irrupción de los funcionarios armados traidores al Gobierno y al Estado, los cuales impusieron, donde triunfaron, un régimen de terror y asesinato.

Sin embargo, en innumerables pueblos y ciudades los golpistas fracasaron al ser sofocada su asonada por izquierdistas y anarquistas agrupados en voluntariosas milicias desorganizadas, las cuales aprovecharon su victoria para asumir notables parcelas de poder ante el vacío provocado por autoridades ineficientes, dirigiendo desde entonces alcaldías y gobiernos civiles y asumiendo la gestión socializada de factorías y otros centros de producción. Así sucedió en la “Azucarera Española” de Monzón, en la que Mariano Gracia siguió trabajando con normalidad tras la incautación y colectivización de la fábrica por un comité anarcosindicalista, hecho que podría hacerme pensar que pudiera haber existido cierta afinidad ideológica entre Mariano y el nuevo colectivo administrador, del que probablemente pudiera haber formado parte.

Vista panorámica de Monzón (Huesca), con la chimenea de la Azucarera Española en primer término y su renombrado castillo templario detrás, en una imagen extraída de las páginas de un ejemplar del "ABC" de Sevilla del 22 de junio de 1935.



Pero el fracaso del putsch y la firmeza de los resistentes convirtieron a Monzón en objetivo de frecuentes bombardeos franquistas, por lo que los Gracia Bamala convinieron que, en caso de ser sorprendidos por la aviación enemiga mientras Mariano estuviera en la Azucarera, él --tras activar la sirena de bombardeo de la que era responsable-- se acogería al refugio de la factoría y la madre y los hijos huirían como otros cientos de vecinos a campo abierto, donde Pilar haría tiempo aplicada a la costura. Así ocurrió, una vez más, durante la mañana del 20 de noviembre de 1937, cuando los aviones franquistas picaron sobre los civiles, que destacaban visiblemente agrupados entre los barbechos de las afueras. Al sentir las bombas, Pilar cubrió con su cuerpo el de su hijo Amadeo y una vecina, el de Alicia. Las criminales explosiones acabaron con la vida de la solidaria amiga, malhirieron gravísimamente a la madre, arrancaron de forma traumática una pierna a Alicia, que contaba entonces con seis años, y amputaron de manera brutal un pie a Amadeo, que sólo tenía tres años.

La agonía de Pilar Bamala se prologó durante dos semanas entre terribles dolores y lamentos, suplicando constantemente por ver de nuevo a sus hijos, antes de morir en el hospital de Lérida en el que fue ingresada. Mariano Gracia, ahora viudo, quedó terriblemente desolado y con tres hijos, los dos más pequeños gravemente heridos que fueron curando lentamente de las tremendas heridas causadas por las mutilaciones. Mas permitidme que presuponga que el asesinato de su esposa y el atentado sufrido por sus hijos no mermaron la determinación de Mariano ni quebrantaron la firmeza de sus convicciones ideológicas.

Suelto publicado el miércoles 24 de noviembre de 1937 en "La Vanguardia" de Barcelona, sobre un duro bombardeo realizado por la aviación franquista en Monzón el día 23, tres jorndas después del ataque que segó la vida de Pilar Bamala.




Previendo que el avance de las tropas franquistas acabaría por romper el frente de Aragón y tomar Monzón en pocas semanas --como así ocurrió el 23 de marzo de 1938--, Mariano, roto por el dolor de la pérdida de Pilar y consciente de que la República estaba viviendo sus últimos días, llevó a sus hijos a Barcelona en cuanto éstos comenzaron a sanar de sus heridas. Se refugiaron en un centro de acogida en La Garriga y Mariano acabó por encontrar un trabajo temporal como jardinero en la Fundación Negrín. Pero la derrota republicana en la batalla del Ebro en noviembre de 1938 y la ruptura del frente catalán un mes después, volvieron a acuciar a Mariano en su ansia de poner a buen recaudo a sus pequeños. En algún momento de los últimos días de enero y primeros de febrero de 1939, Mariano y sus hijos --junto con otras más de 100.000 personas de todas las edades-- se dirigieron a pie hacia el valle catalán de Camprodón para alcanzar desde allí el paso fronterizo de Coll d’Ares y cruzarlo hacia Prats de Molló, en la comarca francesa del Vallespir.

Fue entonces cuando, a pocos metros de la raya, Mariano escuchó el rumor fundado de que al llegar a la frontera, los oficiales franceses separaban a los niños de los adultos, por lo que los Gracia Bamala frenaron abatidos su esforzado avance y en plena montaña, entre la nieve y el miedo, se escondieron en un gélido chozo de piedra, abandonados de todos, sin atreverse a culminar la terrible caminata que les venía trayendo desde Barcelona y desde Monzón.

Sin embargo, un vecino francés de Prats de Molló, Thomas Coll, también lisiado físicamente por la pérdida de parte de una pierna durante la I Guerra Mundial, se enteró por otros refugiados de la trágica circunstancia de la presencia de varios niños mutilados que se escondían entre las peñas y apiadado subió a rescatarlos, guiándolos hasta el paso fronterizo.

Fue en ese momento cuando el holandés Roger Violet, fotógrafo de la revista francesa “L’ilustration” que se encontraba cubriendo informativamente el masivo exilio, inmortalizó a los Gracia Bamala capturando la imagen del grupo en tan angustioso trance y legando a la posteridad el renombrado retrato de la triste Derrota republicana. La instantánea fue publicada en esa revista el día 19 de febrero bajo el título “El caminante lastimoso” y pronto fue reproducida en centenares de páginas de otros diarios europeos, convirtiéndose en el icono representativo de lo que luego se conoció como “La Retirada”. Periódicos y libros la recogieron y en muchos de ellos se llegó a escribir que la niña que se veía en primer término era conducida de la mano por su abuelo, cubierto de mantas.

Página de "L'Ilustration" que reproducía a página completa la fotografía de Roger Violet.

Evidentemente, la identificación de Mariano como el “abuelo” de Alicia era errónea, como se ocupara años más tarde de desmentir Amadeo Gracia Bamala, único superviviente de los exiliados fotografiados. Contaba Amadeo que la confusión de los redactores de los pies de foto vendría naturalmente inducida por los efectos del calvario sufrido por su progenitor, que habría avejentado y afilado notablemente sus facciones.
Pero es precisamente a esta altura del relato donde me propongo desvelar el que considero que puede ser un mensaje, un código, que habría permanecido oculto durante 70 años en la fotografía de Roger Violet y cuyo descubrimiento desbarataría el concepto de la familia Gracia Bamala como de “claudicantes vencidos” y lo haría corresponder más justamente con el de “republicanos resistentes refugiados”. Y ese código que cambiaría el enfoque derrotista que los exégetas tienen de esta y de otras imágenes de la Retirada, residiría en las mantas que supuestamente se verían en los hombros de Mariano. En concreto, en la aparente pieza de tela de tonos claros que cubre su hombro derecho.


La intuición obligaba a sospechar del caprichoso trazado de su diseño y a calificarlo como no casual, resultándome sus líneas vagamente familiares a pesar de estar distorsionadas por los pliegues de la tela. Para desentrañar el enigma, procedí a ampliar en sucesivos zooms la zona de la imagen que motivaba mi interés, centrándome exclusivamente en las sinuosas líneas negras dibujadas sobre el fondo blanco. Traigo aquí las fases del proceso y el resultado final:





Tras la ampliación de la imagen del hombro derecho de Mariano, la percepción de estar contemplando algo repetido y acostumbrado persistió, por lo que extendí las pesquisas a diversos símbolos e iconos republicanos frecuentes y propios de la época. Y por fin, tras varias pruebas e intentos, creí encontrar una posible semejanza entre la zona ampliada en la imagen de Mariano y un área muy definida de la bandera republicana. Más concretamente, un detalle de su escudo. Para realizar la equivalencia entre ambas imágenes, procedí a girar el escudo de la tricolor en un ángulo de rotación semejante al del dibujo delineado en la tela del hombro de Mariano, la trasformé a escala de grises e igualmente amplié la zona elegida, hasta hacerlas coincidir en tamaños. Y esto fue lo que pude encontrar:










Aunque existen leves diferencias, la similitud entre ambas imágenes es notoria. Lo que vemos ampliado en el hombro de Mariano Gracia no es otra cosa que el dibujo representativo del Reino de Granada, presente en el escudo republicano. Por ello, la certeza de que Mariano se arropaba con la bandera republicana es incuestionable (sería descabellado pensar que portara la rojigualda franquista, que también incluía en su escudo la granada). Tras una marcha de decenas y decenas de kilómetros en infernales condiciones, con dos hijos pequeños tullidos en brazos o de la mano, Mariano –cual orgulloso militar laureado con la máxima condecoración-- cubría su pecho con la enseña tricolor a modo de llamativo estandarte, a buen seguro con el propósito de declarar su condición de republicano y de antifranquista y con el ánimo de proclamar su disconformidad con los agresores y quizás su propósito de resistirles, aunque fuera pasivamente una vez hubiera puesto a salvo a sus hijos en suelo francés.




Así, Mariano Gracia, viudo de Pilar Bamala –asesinada por los franquistas— y padre de Antonio, Alicia y Amadeo –niños traumatizados, mutilados y heridos por la aviación fascista--, progresista y de izquierdas, llegó a Francia e ingresó en la Historia tremolando la bandera de la República Española con la misma actitud y el mismo orgullo herido con el que los oficiales y soldados del Ejército Popular Republicano entraban en el país vecino a bordo de sus blindados y carros de combate y portando en sus manos las pistolas, mosquetones y naranjeros que pensaban iban a poder utilizar desde territorio francés para iniciar la reconquista del terreno perdido.

En suma, con su gesto y con su bandera, oculta en algún lugar de la Memoria colectiva durante 70 años y por fin hoy vislumbrada, Mariano Gracia desmentía, desmiente, el sometimiento que otros quisieron adivinar en él y reivindica para sí mismo y para sus compañeros de exilio el espíritu de lucha, disensión y rebeldía que caracterizó el sentir y el actuar de toda una generación republicana, comprometida en la lucha por la igualdad.

Mas la vida siguió siendo ingrata para Mariano Gracia tras su heroico gesto. Efectivamente, fue separado de sus hijos --que fueron ingresados en algún centro cercano al castillo de Caussade, en la zona de Bergerac-- e ingresado en un campo de concentración francés. Allí, solo, enfermó y murió a finales del verano de 1940. Tras ser reclamados por sus abuelos, los huérfanos fueron repatriados a España, llegando por tren a Monzón en un fatigoso viaje en vagones de madera infestados de parásitos, que siempre recordarían como espantoso. Antonio, con casi 16 años, fue puesto a trabajar con sus abuelos. Y Alicia y Amadeo, internados en un hospicio del Auxilio Social en Huesca, de donde no salieron hasta trascurridos doce terribles, hambrientos, famélicos y miserables años, en el año 1952.

Los tres quedaron marcados de por vida por la inmensa tragedia que malvivieron. Antonio, tras la muerte del dictador Franco y el regreso de la Democracia, se convirtió en concejal del consistorio montisonense en los años 80. Hombre generoso y conciliador, falleció en 1994, sin haber podido paliar ni por un instante el traumático recuerdo del sufrimiento que padecieron sus padres, sus hermanos y él mismo. Alicia murió en 1998. Nunca pudo acostumbrarse a su pierna ortopédica. Amadeo, el último superviviente, encontró trabajo en la Azucarera de Monzón, entre los mismos muros y maquinaria por donde anduvo su padre cuando allí trabajaba y cuando se responsabilizaba de activar la sirena de bombardeo. Allí se jubiló como administrativo, mudándose tiempo después a la ciudad madrileña de Alcalá de Henares en compañía de su esposa, Mari Paz Gallego. Cuando, años después, la historia que encerraba la fotografía de la familia Gracia cobró especial relevancia en los medios de comunicación, Amadeo mandó una carta a la revista de “EL PAIS Semanal” que reflejaba la gran amargura y la hondísima tristeza que aún anida en su corazón. La carta, titulada “Perdonar y olvidar. ¿Por qué?” y publicada en el año 2003, decía así:

"He leído repetidas veces la carta publicada en el EPS el pasado domingo 13-10-2002 bajo el título Ni perdono ni olvido. Estoy plenamente de acuerdo con ella. Soy el niño que. apoyado en una muleta, aparece en el centro de la fotografía (bastante conocida, por cierto) que les adjunto. El único de todos los que en ella aparecen que queda con vida. Es mi familia. En primer término, mi padre, Mariano Gracia, visiblemente agotado y hundido, llevando de la mano a mi hermana Alicia con su muleta. Detrás, yo, el más pequeño, junto a mi hermano Antonio. único que resultó ileso del bombardeo efectuado por los fascistas sobre Monzón (Huesca) el 20-11-1937, a consecuencia del cual murió asimismo mi madre. Yo entonces no tenía todavía tres años (nací el 29-12-1934), y mi hermana. seis. En la fotografía aparecemos, dos años después del bombardeo, entrando en Francia tras atravesar, supongo que en 'carroza real', los Pirineos. Mi padre murió año y medio más tarde, dejándonos solos en Francia. La vuelta a España fue otra odisea. No. Yo no puedo, aunque quiera, perdonar, ni olvidar, ni... Perdonar, ¿por qué? ¿Acaso han pedido alguna vez perdón ellos? No odio, aunque sí odié; no quiero revanchas, aunque en otro tiempo las deseé. No lo deseo, pero cuando por desgracia a algún descendiente de aquellos franquistas le sucede algo irreparable, no siento el más mínimo sentimiento de pena por él; siento lo mismo que cuando pisoteo una hormiga, me quedo absolutamente indiferente. Sé que estas palabras parecerán a ciertas personas poco ejemplarizantes, llenas de rencor; pero no, no me importa lo que piensen, no siento rencor alguno, ni alegría, ni nada hacia ellos, simplemente un profundo y absoluto desprecio. Nunca fui hipócrita, ni pienso serlo; ellos, con sus hechos y comportamientos a lo largo de estos años, lo han merecido. Es mi opinión. No creo que nunca, a pesar de los esfuerzos realizados por tantas y tantas personas de bien, se llegue a hacer la más mínima justicia sobre tanto dolor, escarnio y humillación realizados sobre millones de españoles por los sinvergüenzas más grandes que este país ha tenido (sólo hay que ver los comportamientos y aptitudes cobardes y cómplices de este Gobierno del PP)... Atentamente".

La gesta de la familia Gracia Bamala fue inmortalizada en efigie por los memorialistas hace pocos años. Una estatua de piedra erigida junto a la localidad gerundense de La Vajol --obra de los escultores Lola Reyes y Joan García-- recrea para siempre el instante en el que Mariano y Alicia cruzaban la frontera ante la ávida mirada del objetivo del fotógrafo holandés. Fue levantada por suscripción popular a iniciativa de una asociación memorialista de antiguos combatientes y víctimas del franquismo.




70 años después de aquel instante aprehendido en un fotograma, Amadeo aún se pregunta por qué su padre, sin ser culpable de ningún crimen, decidió marcharse de España en aquel terrible invierno, abandonando lo poco que pudiera tener y en compañía de un mozalbete traumatizado y dos hijos pequeños y mutilados. Hoy, es posible que el pequeño y modesto hallazgo de la imagen de una bandera republicana en el hombro de su padre le ayude a comprenderlo.


Post scriptum 6 de octubre de 2009 07:36


Amigos: Tras localizarlo el pasado lunes de hace 8 días en su domicilio de Alcalá de Henares y alertarlo de la existencia del blog y de la entrada a su familia dedicada, antesdeayer sábado me llamó a casa el niño Amadeo Gracia --ya jubilado y con 74 años-- y me hizo llegar la enorme emoción que había sentido al leer el texto y ver las fotografías de lo que yo entendía y anticipaba que podía ser un pequeño pero --para él-- importante hallazgo.

Me dijo que la intriga que tenía desde que conoció la foto, acerca de lo que su padre llevaba en el hombro, por fin había desaparecido y me trasladó su sentimiento de orgullo y nuevo respeto hacia su padre, ya que el desconcierto en el que había vivido toda la vida por los motivos ignorados de su precipitada huida a Francia finalmente se había desvanecido, pues la que para él es a todas luces una bandera republicana portada por su padre daba sentido a todas las preguntas que desde entonces se había venido haciendo.

Así que creo que al final el viaje ha merecido la pena, pues el niño Amadeo, el espíritu y la memoria de Mariano, Alicia y Antonio Gracia, y yo mismo, todos, hemos llegado con bien al buen puerto de la Memoria Rescatada.

martes, 1 de septiembre de 2009

"MORIR EN MADRID"

"MORIR EN MADRID"

Género:
Documental en blanco y negro
Año: 1963
Duración: 85 min.
Dirección: Frédéric Rossif
Narrador: John Gielgud
País: Francia
Idioma: Frances con Subtitulos en Castellano


Sinopsis: "La película, dentro del género documental, ofrece un amplio registro de la Guerra Civil Española desde sus antecedentes, con la instauración de la República en 1931, hasta su desenlace en 1939, con la derrota de la República y el triunfo de Franco. Su director se preocupa por comprender el proceso desde diferentes variables de análisis, donde lo económico, lo social, lo político y lo cultural se articulan en el desarrollo de los acontecimientos militares. Por otro lado, no sólo toma en cuenta el contexto nacional sino que enmarca el conflicto en la política internacional del período. La contundencia y el dramatismo de las imágenes, la expresividad de la música y el valor literario de los fragmentos seleccionados dan cuenta de la esmerada preocupación estética del documentalista, rasgo que enriquece la reflexión sobre los efectos de la guerra civil en la sociedad española". Reseña tomada de la página http://video.google.es/videoplay?docid=1759499741565514664

El blog "Cinemateca Nacional" http://cinematecanacional.wordpress.com/2008/01/15/morir-en-madrid-1962-bn-83/ nos ofrece la siguiente reseña:
"Morir en Madrid, reune varios documentos sobre la Guerra Civil Española y los integra capturando diferentes puntos de vista, destinados a representar la continuidad del sufrimiento de los españoles durante el régimen de Franco. La muerte de Federico García Lorca, Guernica, la defensa de Madrid, las brigadas internacionales, son algunas de las referencias que componen este film magistral. “Entre 1936 y 1939 explotaron en España mil años de historia. Fue la última guerra de hombres, la primera totalitaria. En esos años un mundo murió y nació otro, el nuestro. Ese momento es nuestra película, la historia de un giro, de esa noche del universo marcado por el signo de Guernica y de la 5ª columna, por la muerte sistemática y el choque de ideologías” (Frédéric Rossif).Frédéric Rossif nació en Montenegro en 1922 y participó en la II Guerra Mundial combatiendo en la Legión Extranjera. Su trayectoria es una de las más prestigiosas en el campo del documental histórico gracias a películas como “Morir en Madrid”,”Un muro en Jerusalén”, “Revolución de Octubre” y “De Nuremberg a Nuremberg”. En 1989 recibió el premio 7 de Oro por el conjunto de su obra Poeta de la imagen, Frédéric Rossif fue uno de los pioneros de la televisión francesa. Desde “La vida de los animales” hasta “Morir en Madrid”, en todas sus películas supo amalgamar humanismo, cultura, civilización y memoria en un espíritu de libertad.".

Pero las palabras más significativas, pues entroncan directamente con la apagada y no comprometida actualidad política y social española, proceden del bloguero "el marinero jovial" autor del muy interesante y siempre recomendable blog "39 escalones", que es de donde he tomado este enlace http://39escalones.wordpress.com/2009/08/31/cine-de-verano-morir-en-madrid-de-frederic-rosiff/ . "El marinero jovial" nos comenta: "este documental,
nominado al Oscar al mejor documental en 1966 y ganador de un BAFTA en 1968, reúne algunos de los episodios más célebres de la Guerra Civil española y de la represión franquista, desde el asesinato de Federico García Lorca a la participación internacional o el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor. Imprescindible su visionado por más que sea un tema recurrente del que no pocos espectadores españoles ya están más que cansados. Así nos va."

¿Y qué decir a éste comentario de "el marinero jovial"? Pues que efectivamente así nos va, cuando esta ciudadanía tan acomodaticia y cansina se harta con prontitud de estos y otros temas que precisan de su entrega, responsabilidad y compromiso; y así nos luce el pelo, todavía hoy, 70 años después del fin de la incivil guerra fomentada por los fascistas en España y de la invasión de Polonia por el fascismo/nazismo hitleriano, cuyo aniversario se cumple hoy. Parece que el signo de estos tiempos es la crianza en sociedad de camadas de productores tibios y desinformados y consumidores ansiosos que sirvan de carne de cañón para futuros dictaduras crueles y descarnadas, militares o económicas. ¡¡Aviaos estamos!!

lunes, 31 de agosto de 2009

Imágenes de prisioneros en "La Vanguardia Española"

Como en el resto de los medios de comunicación (ver la entrada anterior dedicada al diario "ABC"), la victoria local de los sublevados en Barcelona provocó desde febrero de 1939 la persecución, detención y depuración de los periodistas comprometidos con la causa republicana. El rotativo "La Vanguardia" --que había sido fundado por los hermanos Godó en 1881 y que se había mantenido fiel al espíritu de la burguesía catalana liberal y moderna de las primeras décadas del XX-- no fue una excepción y vio como las nuevas autoridades detenían y encarcelaban a muchos de sus redactores, fundamentalmente a los que se habían hecho cargo del diario una vez que, sucedido el golpe de Estado, el periódico fuera requisado por el Gobierno autónomo catalán de la Generalitat en julio de 1936.

A pesar de haber recuperado la propiedad de la empresa, la familia Godó fue presionada por los vencedores, consintiendo éstos en autorizar la publicación del diario, sólo si los propietarios asumían un cambio obligado en la cabecera del medio y una nueva Dirección impuesta por los victoriosos sublevados.

Así, el rotativo barcelonés pasó a llamarse "La Vanguardia Española" y una nueva dirección y un nuevo equipo de redacción ajeno a los Godó y fiel a los postulados ideológicos de los sublevados victoriosos comenzó a publicar sus mensajes evangelizadores de la nueva España. Luis Martínez de Galinsoga y de la Serna, periodista y candidato a las elecciones de febrero de 1936 por el partido antirrepublicano Renovación Española y hasta mayo de 1939 director del "ABC" sevillano, fue nombrado nuevo director de "la Vanguardia Española" por Ramón Serrano Suñer, ministro de Gobernación del gobierno franquista y cuñado del dictador Franco, el cual encargó a Galinsoga la castellanización expresa del periódico y su alejamiento de perversas influencias regionalistas.

Siguiendo las consignas políticas de Galinsoga, también los nuevos redactores del rotativo barcelonés se avinieron con entusiasmo de nuevos conversos a la "ética" y a la estética fascista y franquista, convirtiendo al diario --el más leído y vendido en Cataluña-- en instrumento de cohesión y coerción, amedrentando, catequizando y manipulando sin rubor a sus lectores. Entre las técnicas más usuales para ello, Galinsoga y sus redactores denigraron, vilipendiaron y ridiculizaron a los republicanos vencidos, presentándolos frecuentemente en sus textos como bárbaros desarrapados, incultos y malévolos. En los pies de foto que acompañan a la página de "La Vanguardia" que aquí reproduzco, está ausente ese tono insultante que sin embargo sí está presente en páginas anteriores y posteriores del día de la fecha --30 de abril de 1939-- y en días previos y sucesivos.


Las imágenes de esta página proceden de la Hemeroteca Digital de "La Vanguardia" http://www.lavanguardia.es/hemeroteca/ y en ellas puede verse a una nutrida tropa de prisioneros, agrupados en forma de batallón de trabajadores forzados, reparando puentes en las carreteras de van de Barcelona a Gerona y de Gerona a Bañolas, y todo ello bajo el sugerente título de "Los puentes que los rojos destruyeron", frase que en las ardientes y regocijadas mentes de los fieles seguidores franquistas debía terminarse con la coletilla "que los reconstruyan los rojos".

Post scriptum:

a) Luis Martínez de Galinsoga y de la Serna fue destituido por el propio Franco el 5 de febrero de 1960, para acallar el escándalo público que estalló en Barcelona al pronunciar públicamente el periodista la frase "todos los catalanes son una mierda", tras asistir éste a una misa cuya homilia se impartió en catalán. Sin embargo, Franco lo mantuvo como procurador en Cortes --por designación directa del Jefe del Estado-- hasta 1964.

b) La utilización de mano de obra esclava de antiguos republicanos fue una constante en los trabajos de construcción de postguerra, como ya ha quedado acreditado en diversas entradas de este mismo blog. Llama la atención, sin embargo, el talante mesiánico con el que los ingenieros de caminos, canales y puertos enfocaron esta labor, como puede verse en su revista http://ropdigital.ciccp.es/pdf/publico/1936/1936_1939_numeroespecial_13.pdf y en el número especial editado con motivo de la finalización de la guerra http://ropdigital.ciccp.es/public/directorio/directorio_articulos.php?anio_ini=1930&anio_fin=1939&anio=especial_1936_1939 .

sábado, 22 de agosto de 2009

Fotografías de prisioneros republicanos en el "ABC" de Sevilla

195.000 asesinados entre 1.936 y 1.949, 500.000 presos condenados a absurdas penas milenarias, 600.000 exiliados y decenas de millones de damnificados --que vieron sacrificado su derecho a la libertad de expresión, de pensamiento, de reunión, de elección,...-- fueron el resultado inmediato del golpe de Estado promovido por unos funcionarios armados traidores (1) a su Ministro, a su Gobierno legalmente constituido, a su Estado republicano y a su Constitución. Bajo el ropaje ideológico de éticas y estéticas fascistoides y nazionalsocializantes, los felones (2) finalmente comandados por el general Franco se revelaron como crueles y sanguinarios, sometiendo con violencia y valiéndose de la fuerza a las instituciones civiles de la II República Española y a la inmensa mayoría de la población que había ansiado notables cambios políticos y una justa redistribución de los recursos generadores de riqueza y bienestar. El franquismo, sus valedores y sus beneficiarios se convirtieron así en interesados paladines del antiguo régimen inmovilista, conservador y profundamente injusto, usando todos los resortes del nuevo e ilegal Estado nacido de las armas y de la muerte para perpetuarse en el poder.

Entre estos resortes se encontraban, ¿cómo no?, los medios de comunicación. La radio se convirtió en el medio ideal por excelencia en la experta campaña de Agitación y Propaganda llevada a cabo por los sublevados, salvando fronteras, sobrepasando trincheras y frentes, informando y desinformando según fuera preciso, confundiendo, atemorizando y desmoralizando a los leales a la República. Conocidas son, desde Sevilla, las virulentas soflamas tabernarias del general golpista Queipo de Llano –afamado borrachín--, arengando a sus tropas, exhortándolas a practicar al asesinato indiscriminado y acuciándolas a violar madres, esposas e hijas de los resistentes republicanos que se encontraban defendiendo al régimen constitucional (ver entrada http://todoslosrostros.blogspot.com/2008/10/hablan-los-asesinos.html en este mismo blog).

Tras exterminar abruptamente la desorganizada resistencia que encontraron en las primeras zonas conquistadas, los golpistas dieron muerte o apresaron a sus políticos, sindicalistas, funcionarios, intelectuales y simpatizantes republicanos, así como a los periodistas y tipógrafos desafectos o no manifiestamente afectos con su ilegal Movimiento, haciéndose así cargo de la edición, impresión y distribución de los medios de comunicación en papel. Una de las primeras cabeceras impresas asumidas por los sublevados fue la del “ABC” de Sevilla, propiedad de la significada familia monárquica y conservadora Luca de Tena. Enfrentado diametralmente con su gemelo madrileño (el cual se mantuvo fiel al constitucionalismo al permanecer en zona gubernamental), el diario sevillano fue usado interesadamente por los golpistas para difundir sus posiciones ideológicas --tradicionalistas, reaccionarias y profundamente conservadoras--, reforzar lealtades, transmitir propaganda y elevar la moral de la vanguardia y la retaguardia franquista.

Entre los recursos más frecuentemente utilizados, el “ABC” sevillano se prodigaba en la reproducción literal de las charlas radiofónicas de Queipo, en la publicación de partes de guerra reales o imaginarios sobre los avances victoriosos del ejército africanista y en la reproducción de numerosas imágenes que venían a reflejar la gradual conquista de los frentes, la toma y “liberación” paulatina de destacadas cotas y relevantes ciudades y la victoriosa moral de la más relevante sociedad civil franquista.

En este sentido y con este propósito, el “ABC” publicó en numerosas ocasiones fotografías de soldados y civiles republicanos y antifranquistas derrotados y hechos prisioneros, retratados en lugares en los que se encontraban secuestrados, inermes y en contra de su voluntad, y en el preciso momento en que eran violados sus más elementales derechos a la propia imagen, a la libertad de circulación y movimientos, a la libertad de expresión y opinión, al derecho la vida y a otras muchas prerrogativas jurídicas y legales que estaban obligados a acatar los traidores golpistas que les tenían presos. Entre estas obligaciones jurídicas incumplidas por los captores armados y por sus publicistas estaba la de no realizar ni hacer circular fotografías ni imágenes a los prisioneros con fines propagandísticos o con otros propósitos, por lo que los represaliados republicanos vieron violada su intimidad al ser expuestos a la curiosidad pública (3). ¿Podría entonces calificarse como un delito de Lesa Humanidad, o de complicidad con el mismo, la fotografía de personas a las que les están siendo violados sus derechos cívicos por unos criminales armados traidores al ordenamiento jurídico, a las leyes y a la Constitución y la publicación de esas instantáneas con fines propagandísticos y políticos?

Esta sería una de las reflexiones obligadas que podría suscitar la presente entrada en el blog “Todos los Rostros” y para ilustrarla, traigo aquí algunas de las instantáneas que en páginas de portada o de interior llegó a reproducir el “ABC” durante los años de guerra y meses posteriores. Proceden de su Hemeroteca Digital, extraordinario servicio público accesible a través de su página web desde hace escasas semanas http://hemeroteca.abc.es/avanzada.stm , que se está revelando como uno de los hallazgos más útiles e interesantes de los últimos meses.

(1) Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española. TRAIDOR: (Del lat. tradĭtor, -ōris): 1. adj. Que comete traición. TRAICIÓN. (Del lat. traditĭo, -ōnis). 1. f. Falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener; 2. f. Der. Delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria.
(2) Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española: FELÓN: (Del fr. felon, cruel, malvado). 1. adj. Que comete felonía; FELONÍA: (De felón). 1. f. Deslealtad, traición, acción fea.
(3) Título II "Protección General de los Prisioneros de Guerra", artículos 13 y 14, del Convenio de Ginebra relativo al trato de los prisioneros de guerra, dentro de la Convención de Ginebra de 1.929).
Prisioneros republicanos en Mallorca. Aparecen fotografiados bajo el pie de foto "Grupo de rojos que fueron prisioneros por nuestras tropas al desembarcar los catalanes en Mallorca, hace dos meses. En la mesa se ve todo lo que robaron". La imagen, junto a la de la dotación de la Batería El Refugio, en Somosierra, apareció publicada en la Portada gráfica del "ABC" de Sevilla del 2 de diciembre de 1936. Con anterioridad, esta instantánea ya ha sido publicada en la entrada http://todoslosrostros.blogspot.com/2008/06/la-represin-en-las-islas-baleares.html

Hasta los niños y muchachos fueron --en el frente de Levante-- considerados enemigos y utilizados ilegalmente por la propaganda franquista para denostar a la República y a sus fieles. Baste leer el pie de foto que acompaña a la fotografía del solitario chico: "Este chiquillo, prisionero de las tropas de Franco, era aquel mismo que hace apenas tres años asistía a las escuelas laicas, donde se les preparaba un trágico final, inculcándoles odio y destrucción contra todo lo existente". Publicado en el "ABC" de Sevilla el 29 de julio de 1937.


Durante los tres años de guerra, fueron muy numerosas las imágenes publicadas por la prensa franquista con el propósito de hacer visible el cerco de los sublevados sobre Madrid. Esta fotografía apareció impresa en el "ABC" de Sevilla el 18 de diciembre de 1936 y en la misma puede apreciarse a tres prisioneros republicanos capturados en Roble Gordo, Somosierra (Madrid), junto a sus captores, dos soldados franquistas, y un sacerdote, el padre Corballo.


Grupo de prisioneros republicados capturados por los franquistas en el frente catalán, retratados en la portada del "ABC" sevillano del 26 de enero de 1939.


Utilizando la típica técnica del "antes de" y el "después de", en la imagen superior aparece un grupo de prisioneros internacionalistas republicanos desaseados, mal afeitados y vestidos. En la imagen inferior, la propaganda franquista nos lo presenta en el momento de su supuesta liberación en Salamanca, impecables, rasurados y "vestidos ya con la ropa que les dio el Generalísimo". Fueron portada del "ABC" de Sevilla del 2 de junio de 1937.

La caída de Cataluña fue celebrada alborozadamente por los franquistas, ocasión que fue aprovechada para la publicación de imágenes de presos republicanos derrotados e inermes vagando por las calles de Barcelona, siendo atendidos humanitariamente por las bondadosas y victoriosas tropas. Esta fotografía fue publicada por el "ABC" sevillano el 7 de febrero de 1939 con el comentario "en las mismas calles de la ciudad catalana, donde fueron hechos pisioneros, nuestros soldados distribuyen los primeros alimentos a quienes combatían junto a los enemigos de España".
El 23 de enero de 1937 fue publicda esta instantánea, en la que puede verse a un nutrido grupo de prisioneros republicanos trabajando en la reconstrucción de un puente sobre el río Guadarrama, en Navalcarnero (Madrid).

Esta imagen ya aparecía publicada en la entrada http://todoslosrostros.blogspot.com/2008/06/prisioneros-republicanos_04.html , no pudiendo determinar si pertenecía al frente de Santander o a prisioneros republicanos siendo conducidos a Albatera. Sin embargo, la fotografía fue publicada en el "ABC" de Sevilla el 2 de febrero de 1938, indicando expresamente que se trataba de un "grupo de prisioneros cogidos a las rojos en el frente de Teruel".

lunes, 13 de julio de 2009

“¡¡Rojo, hijo de puta, te voy a marcar!!”


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Día 15 del mes de agosto del año de Nuestro Señor de 1.959. Festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Tras la celebración de solemnes eucaristías, multitudinarias procesiones encabezadas por miembros uniformados de la Guardia Civil y del Ejército recorren en pleno mediodía canicular las calurosas calles de innumerables pueblos y ciudades de España. Son los terribles años de plomo de la dictadura franquista.

Pero en el hemisferio sur y al otro lado del Atlántico, en Ciudadela, pequeña ciudad argentina al oeste del área urbana del Gran Buenos Aires, no es día feriado. Allí, el invierno austral arrecia. Unos pocos pisos bajos y también muchos chalets y casas de dos alturas en parcelas bien ajardinadas, herederas de las antiguas quintas de los primeros colonos del XIX, delimitan y conforman las calles de la población, anchas y abiertas. Una fría y cortante ventolera se hace sentir y los pocos peatones que se aventuran a transitar por sus aceras se apresuran a encontrar refugio.

Uno de ellos, alto, delgado y enjuto, es Adolfo Sierra Fernández, español afincado en Argentina como comerciante desde 1948. Adolfo ha buscado un rato libre, dejando a cargo del negocio a su esposa, y va camino de la nueva peluquería del barrio, inaugurada por un español recién llegado. Pero como en tantos otros días, el ajado rostro de Adolfo no tiene buen semblante. Desde hace más de 20 años, su sueño y el de su familia, una noche más, se ha visto perturbado por horrendas pesadillas. En ellas, Adolfo se ve a sí mismo aún en el interior de las celdas en las que fue preso durante tanto tiempo, en aquella España vieja que quedó atrás. Como si todavía pudiera verlo y sentirlo, los delirios nocturnos de Adolfo se ven poblados de cañones de ametralladoras que, al alba, baten el enrejado de las celdas para despertar y amedrentar a los prisioneros; sus sueños se plagan de ángeles de la muerte franquista que leen la funesta lista de las víctimas de la saca matutina; y su reposo es desbaratado por el recuerdo de las descargas de los fusilamientos a la aurora. Veinte años después y en pleno rigor del invierno argentino, Adolfo suda cada noche mientras se siente como uno más en las filas de las interminables formaciones de presos, horas y horas a pleno sol, a más de 42 grados centígrados, en los patios de campos y cárceles, y ve cómo sus compañeros caen desmayados o muertos, a su lado, y sabe que aquel que abandone la formación y se incline a auxiliar al caído será tiroteado y asesinado...
Así, entre trabajo, pesadillas y malos sueños, Adolfo ve pasar los años y la vida, que tan arduamente le costó conservar. El comerciante español nació allá por el 17 de junio de 1917 en plena montaña central leonesa, a más de 1.200 metros de altitud, en las duras tierras del cántabro poblado llamado Valle de Vegacervera, a orillas del truchero río Torio. Con los años mozos y juveniles, Adolfo –al igual que otros muchos vecinos y amigos, siempre inquietos, siempre solidarios, como la época que les tocó vivir-- militó en la izquierda y, con el golpe de Estado fascista, se alistó en las milicias del Ejército Popular de la República española. Sirvió en el Cuerpo de Sanidad, entre los heroicos camilleros del Batallón Iskra. Pero el derrumbe del Frente Norte y el avance de las tropas del traidor general Franco hizo que fuera preso junto con decenas de miles de soldados republicanos. Y aquí comenzó el calvario de los fieles al gobierno y al Estado republicano. Prisionero en el campo de concentración del antiguo hospital de San Marcos, en León, Adolfo Sierra fue juzgado y condenado a muerte. Durante su cautiverio a la espera de su ejecución, presenció palizas, malos tratos y asesinatos y padeció en su cuerpo la tortura del hambre y la disentería.
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Adolfo Sierra en un batallón disciplinario de trabajadores penados, en Burgos. Es el segundo comenzando desde abajo subido a la escalera, con sueter oscuro, pantalón claro y boina. Rondaba los 20 años, pero los estragos de la represión le hacían parecer mayor.

Conmutada la pena de muerte por una de prisión a cadena perpetua, Adolfo fue enviado a la prisión provincial de Burgos y tras una larga temporada, fue trasladado a una prisión situada en Galicia. Su espíritu no se quebrantó –ni su secreto ideario político--, pero en él dejaron imperecedera huella el miedo y el terror que impulsaron los golpistas. ¿Cómo podría olvidar los paseos a media noche? ¿Cómo no recordar al anciano que se ofreció a ser llevado al pelotón en su lugar porque casualmente ambos coincidían en nombre y apellido? Su memoria había sido marcada a fuego por ese trauma y los años transcurridos desde su liberación condicional en 1.945 y desde su emigración a la Argentina en 1948 no habían logrado aminorar ni un ápice la intensidad del recuerdo.
Estos lúgubres pensamientos removían el alma y el magín de Adolfo y le impedían conciliar el sueño y la calma, veinte años después. De hecho, siempre que afluían a su mente, Adolfo se atusaba el cabello y por acto reflejo se friccionaba la notoria cicatriz de la herida que en el leonés campo de San Marcos un soldado peluquero franquista le provocó cuando al grito de “¡¡rojo, hijo de puta, te voy a marcar”, enfiló la máquina de pelar hacia su cuero cabelludo, tal como si estuviera esquilando una res muerta. No, Adolfo no podría olvidar el rostro de ese franquista ni el de los otros torturadores, ya que todos ellos cada noche venían a visitar sus sueños.
Por eso, inmerso en su obsesión y de camino a la nueva peluquería que a pesar de estar a mediación de su calle aún no conocía, Adolfo se friccionaba inconscientemente la cicatriz, perdido su espíritu en las brumas de un pasado que ya nunca retornaría. ¿Nunca?
Eso creía Adolfo. Tras traspasar la campanilleante puerta acristalada de la barbería del nuevo español, dar los buenos días al personal y alabar la calidad de la maquinaría, la manufactura de los espejos y los modernos sillones con fuelle hidráulico, se deshizo del grueso abrigo, de todo punto innecesario en la humeante y templada atmósfera del establecimiento, y tomó asiento, a la espera de su turno. Mientras ojeaba el diario y oía (que no escuchaba) el runrún de las conversaciones de los parroquianos y de los empleados, Adolfo se sintió inexplicablemente alarmado, presintiendo que una parte de su consciencia se encontraba, en plena vigilia, aún atrapada en los últimos retazos de la consabida pesadilla nocturna. Consiguió Adolfo a duras penas evadirse de la perturbadora sensación y mantuvo su concentración sobre la lectura hasta que llego su turno. Y allí, abstraído y apoltronado en el nuevo y confortable sillón de la flamante peluquería, obedeciendo las breves instrucciones del barbero que le indicaba casi monosilábica e imperativamente la correcta posición de la testa, “¡arriba!...”, “¡izquierda!...”, Adolfo se supo repentinamente alerta ante el sonsonete y comenzó a prestar atención a la voz, las manos y el rostro del peluquero. No precisó más que de un segundo para cerciorarse de que su fugaz percepción respondía a una sorprendente realidad: allí, en 1959, en una peluquería de Ciudadela, Argentina, estaba frente a él, el soldado peluquero franquista español que le esquiló salvajemente en San Marcos 22 años antes. Y Adolfo, encorajinado por una histórica pero íntima demanda de justicia universal y privada, se lo espetó sin dilación:
_Tú no me conoces, ¿verdad?, le dijo Adolfo mientras miraba al espejo.
_No, repuso extrañado el profesional, que seguía rasurando a su cliente.
_¿No recuerdas la cicatriz de la frente?, le contestó Adolfo con calma.
_¿Y porqué habría de hacerlo?, se mostró asombrado el barbero español, que parado ya, tenía la sospecha de estar dialogando con un lunático.
_Porque fuiste tú quien me la hizo.
Y al decir esto, Adolfo se irguió aparatosamente en el sillón. Y mirando intensamente a los ojos del peluquero, continuó:
_Fue en 1937. Hace ya más de 20 años. En la barbería del Campo de Concentración de San Marcos, en León, en España. Tu pelabas a los republicanos presos del campo y lo hacías con saña y con venganza. Nos arrancabas el pelo a manojos, nos herías y nos esquilabas como si fuéramos ovejas. Y allí me gritaste “¡¡rojo, hijo de puta, te voy a marcar” y me hincaste la maquinilla hasta el mismo hueso del cráneo, dejándome esta señal de por vida. Y aquí estamos. Otra vez.
Al oír aquello, el peluquero, hasta entonces impávido, enmudeció de espanto, como si acabara de encontrarse con un temido espectro. Sin poder articular frase o palabra alguna, comenzó a asentir vigorosa y febrilmente con la cabeza y, entre sollozos, farfullaba lastimosamente quejidos y expresiones de pánico, mientras imploraba: “¡¡Per.........dooonnnn, ........per..........doooonnnn.....!!
Y al ver la desmedida reacción del nuevo inmigrado, Adolfo, que se sentía tan protagonista como víctima del incidente en el que impremeditadamente había tomado parte, le dijo para su desconcierto: “Lo quiero bien cortito y con raya a la izquierda, que es donde a carta cabal uno se debe señalar en la vida”. Y sin pausa, Adolfo sonrió, se reclinó en el sillón y esperó sin prevención alguna a que el peluquero saliera de su estupor y terminara su faena. Tras ésto, Adolfo se levantó, se acomodó el abrigo, pagó al aterrado barbero, le dejó alegremente una inopinada propina y salió del establecimiento, no sin despedirse de la concurrencia con un sonoro “buenos días” entonado con recio acento leonés.
Aquel día, y tras perder el susto que él también llevaba en el cuerpo, Adolfo se sorprendió de sí mismo al sentirse extrañamente joven y vital mientras se encaminaba hacia su comercio. Su esposa pareció perpleja al oírle silbar viejas cancioncillas de España entre los estantes y anaqueles. Quienes lo vieron al echar el cierre de la tienda, le oyeron tararear un viejo himno español, guerrero y republicano, compuesto por un general asturiano y liberal allá por 1820. Y tras el crepúsculo, su hija concilió el sueño calmosamente. Porque desde aquella noche, Adolfo se vio liberado por siempre de sus pesadillas. Y de su pasado.


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Documento expedido en julio de 1948 por el Comisario Jefe del Gobierno Civil de León, autorizando a Adolfo Sierra a salir de España

A excepción del diálogo en la peluquería, tan imaginado como probable, esta historia y sus protagonistas son reales. Adolfo Sierra Fernández murió en Buenos Aires, Argentina, el 22 de febrero de 1.979. Su hija, Encarnación Sierra Sarmiento, nacida en León, España, en marzo de 1946 y residente en la Argentina desde septiembre de 1948, quiso que la conmovedora historia y las fotografías de su padre fueran conocidas en España, por lo que se las hizo llegar a la memorialista Eva B. Con la anuencia de Encarnación, pudo Eva compartir todo ello con el autor de este blog, que es quien ha dado forma literaria al relato, construido como homenaje a Adolfo y a Encarnación. Y es Encarnación misma quien con sus propias palabras pone broche final a todo lo escrito hasta ahora: “...lo que te cuento encierra en si una historia de vida, una de tantas, que se apagaron, y las menos, que como mi papá pudieron salir. ¡Tantos sueños truncados, tantas almas destrozadas, tanta sangre, dolor, entre hermanos!. Si la guerra es estúpida e incomprensible, aun lo es más la lucha fraticida. El largo brazo que tiene no termina con los triunfos o derrotas, marca la vida de los hijos y los nietos, con un sabor amargo que estará siempre acompañándonos mientras vivamos.”.

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