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martes, 7 de abril de 2015

Cuando el valor y el terror van de la mano, nace el heroismo: La Memoria al servicio de la Justicia. Día 97

Tras meses de asedio a los golpistas atrincherados en el Alcázar, los milicianos y soldados fieles a la República fueron arrollados por la maquinaria militar franquista que acudió en auxilio de Moscardó y los suyos. Era una operación mediática, retransmitida casi en directo por periodistas de todo el planeta que viajaban empotrados con los golpistas. Sin embargo, a los informadores se les escamoteó con mayor o menor fortuna la trágica suerte sufrida por los toledanos y por los resistentes antifascistas. Así y tras terminar con toda la resistencia lealista armada en el Alcázar, en las calles y en el Seminario, las inexorables columnas homicidas de Varela, formadas en su mayor parte por mercenarios regulares moros, aniquilaron toda resistencia y liquidaron a la manera más bárbara a cualquiera que en Toledo hubiera tenido el menor asomo de haber participado en el cerco a la fortificacion donde se atrincheraban los sublevados, que se parapeteaban en familiares y rehenes republicanos (estos últimos, ejecutados todos inmisericordemente con posterioridad). Hombres civiles desarmados y mujeres sorprendidas en plena calle fueron torturados y asesinados. También, todos los soldados republicanos heridos que estaban encamados en el Hospital desde varias semanas antes fueron despanzurrados y bárbamente asesinados en sus lechos y sin la menor posibilidad de defensa por las fieras franquistas africanistas, patrias o foráneas a sueldo.

Tampoco los periodistas fueron informados de los actos heróicos protagonizados por los leales republicanos defensores de la Constitución y la Ley republicana. Pero a pesar de ello, el corresponsal Cecil D. Eby hizo llegar a la opinión pública internacional el siguiente relato, digno de pasar a la historia de la abnegación:

"En la tarde del 30 de septiembre la Legión recibió órdenes de eliminar a toda costa la resistencia de los treinta milicianos que --conscientes de su fin-- habían preferido resistir en el Seminario y morir. La Legión asaltó el edificio, ya incendiado, y trató de forzar el portalón de entrada con una enorme viga de hierro. Los milicianos asomaron sus fusiles por las grietas del portalón y consiguieron derribar a dos legionarios. Aullando como fieras heridas, los asaltantes hicieron saltar la puerta. Dentro sólo quedaban vivos siete defensores. Uno de ellos se apoyó la pistola en la boca y apretó el gatillo. Tres más trataron de escapar por la puerta trasera y cayeron al segundo paso. Los tres restantes consiguieron resistir un buen rato por los pasillos hasta que al fin se encerraron en una habitación al final del segundo piso. Mientras los legionarios reptaban hacia ese último reducto, el jefe del grupo de milicianos dejó escrito un mensaje con carbón en la pared:

"
Manuel Gómez Cota, miliciano de Izquierda Republicana de Madrid. El 27 se hizo cargo de este Seminario. Después de luchar duramente con el enemigo y poner en libertad a mujeres, niños y ancianos, decidimos incendiar el edificio. Son las cinco de la tarde. El incendio sigue: sólo quedamos nosotros: Manuel Gómez ( Jefe de los Leones Rojos); Tomás Parques ( Sargento); Eduardo Ruiz (Socialista). ¡Viva Azaña! ¡Viva la República!"

Cuando la Legión irrumpía en el cuarto, los tres defensores se encerraron en una alacena e hicieron estallar una bomba Lafitte. El comentario de los vencedores, expertos en la materia fue: " Estos hombres saben morir".
".

Hasta aquí, el relato de Eby y en adelante, mi sentido homenaje a los combatientes republicanos: Honor y gloria, nuevamente, otra vez, a los defensores de la Ley, la Constitución y la Libertad.




En la secuencia fotográfica presenciamos el acto heróico de un soldado republicano lanzando una granada a pecho descubierto contra una trinchera fascista. Fuente de la cita: "The siege of the Alcazar". Cecil D. Eby. Fuente de la imagen: "España en llamas". Bernardo Gil Mugarza. Ediciones Acervo.